viernes, 3 de abril de 2009

Entrambosríos



Por Miguel Ángel de la Cruz Alemán, marzo de 2009

Hoy he paseado por Entrambosríos, cerca de Talavera, donde se funde el Alberche con el Tajo. Es tarde cubierta y fresca de finales de marzo. Caminando atravieso vastas tierras desnudas, preparadas para sembrar, y también verdes campos de regadíos con corta mies. También camino junto a pequeños olivares recién arados donde asoma un solitario y último fresno como mudo testigo de los exuberantes bosques ribereños que alguna vez cubrieron estos predios.
A lo lejos, mi destino, donde una hilera de álamos me dicen que por allí anda el Tajo. Hacia poniente, las impresionantes barrancas de la Media Luna, y frente a mí las no menos majestuosas del Infierno. Mientras camino, recuerdo las tardes de chimenea y charlas en la casa del Sr. Miguel, antiguo guarda de la finca Orbiga, donde tanto aprendí de pájaros en mi juventud.
Cuando llego por fin, observo una vez más cómo las máquinas del progreso han arrasado hasta la misma orilla a la vegetación autóctona, para ganar unos metros de cultivo y dejar sólo una ridícula hilera de alameda y tarayal. ¿Quién cuida del Tajo?
Pero yo quiero ver mi río y bajo hasta la orilla, y descanso en una tronca caída en el arenal, y siento, y huelo a taray. Me doy cuenta que el agua escasea expoliada, con color ocráceo, está vestida de contaminación. Pero siento belleza y tranquilidad, mucha tranquilidad. Suena hermosa la corriente al pasar sobre la cantorrera y suena la gallineta y el ruiseñor bastardo, el azulón y el pito real. Las grajillas retumban junto a los abismos de farallones rojizos en las barrancas del Infierno, donde por primera vez contemplé un águila perdicera, hace ya 30 años.
Me quedaría allí, inmerso en mi rededor, pero cae la tarde y la luz empieza a faltar. Regresando, grita a lo lejos un mochuelo que marca su territorio, y pienso, pienso que hay que hacer algo por el Tajo, el olvidado Tajo.