Colgamos la crónica de Antonio Alía Portela de una de las últimas y atractivas rutas que se han hecho desde ARDEIDAS, descubriendo y disfrutando de la Naturaleza. Ni más ni menos que por las Cinco Villas, sin duda un bello itinerario por la riqueza paisajística de estas entrañables poblaciones de la comarca de Talavera.
Este último domingo de octubre, casi una
veintena de andarines nos hemos dado cita para hacer la ruta de las Cinco
Villas.
La mañana era fresca y empezamos en la zona de umbría, lo que hizo que
algunos no nos quitásemos el forro hasta bien entrada la mañana. Desde
Mombeltrán nos dirigimos hacia Santa Cruz del Valle por una senda de piedra
lavada por las recientes lluvias lo que la convertía, a veces, en una subida
resbaladiza.
Desde Santa Cruz hasta el siguiente punto: San Estaban del Valle.
Este tramo dejaba a la vista toda zona sur de la sierra y la parte soleada del
valle. En San Estaban se nos unieron otros miembros de la asociación quienes,
además de darnos ánimos, nos hicieron buena compañía. Desde San Esteban nos
dirigimos a Villarejo. La senda, siempre bien señalizada, transcurría por
parajes que nos dejaban saciar nuestra hambre con frutos secos como: castañas,
uvas, higos, nueces, barritas energéticas, etc., y, gracias a las lluvias
recientes, los caños corrían alegremente por lo que no hubiese sido necesario
llevar agua.
En Villarejo hicimos un alto en el camino en un mirador desde
donde pudimos contemplar las magníficas vistas que ofrecía el valle para dar
buena cuenta de los apetitosos tentempiés que algunos acarrearon durante
algunas horas. La penúltima etapa nos llevó hasta Cuevas del Valle. El calor de
la mañana se hacía notar, también el cambio de hora, pero de nuevo la
providencia, como un maná, nos llevó bajo un castaño con frutos generosos que
nos invitó a llenar las mochilas...
El mediodía se había alargado demasiado y
el hambre hacía mella en los insaciables estómagos de los andadores de la
asociación por lo que hicimos parte de la ruta hacia Mombeltrán por la
carretera hasta encontrar la Calzada Romana y por ella hasta los pies de la gran
Villa de Mombeltrán donde me afloraron los recuerdos de
la novela del Capitán Fantasma y su bello corcel.
Una vez llegados a la Villa el grupo se disgregó y hubo división de actuaciones: unos volvimos a casa y otros se quedaron a comer en la sierra aprovechando la bondadosa tarde otoñal. En lo que sí coincidimos todos fue en lo agradable que fue el paseo que es apto y asequible para todos los niveles y que en esta época del año la naturaleza nos ofrece, además de bellas estampas paisajísticas, un sin fin de manjares para saciar nuestras ganas de comer y de belleza natural.
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